martes, 16 de septiembre de 2014

Para los que dicen que el saber no ocupa lugar

Forré 20 libros. Veinte.

Cuando yo tenía 10 años en el Manual del Alumno Bonaerense entraba TODO, menos inglés, y era suficiente.

Ahora que me digan que no hay relación entre las editoriales que crean esta demanda y los laboratorios que comercializan el metilfenidato.

Que alguien con sentido común crea que controlar 20 libros es una tontería para alumnos de primaria y que de ninguna manera constituyen elementos distractores que atentan contra la capacidad de atención y concentración.

¿De qué sirven las estrategias para mejora de la atención si después hay que gestionar una biblioteca que no cabe dentro de la mochila?

¿Para qué tanto relojito, tanta técnica Pomodoro, tanta fotocopia al cuete?

Así no me extraña que el plástico de forrar se haya convertido en un arma de guerra antes de haber podido llegar a destino.


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